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Autores:

Chan TCY, LI EYM, Wong VXY, Jhanji V.

Resumen

Objetivo: Analizar los casos de queratitis infecciosas asociadas a uso de ortoqueratología (orto-K) en un hospital terciario de Hong Kong entre 2003 y 2013.

Métodos: Se trata de un estudio de serie de casos retrospectivo en el que se analizaron queratitis infecciosas atribuibles a orto-K. Se analizaron las características clínicas, evaluación microbiológica y resultados terapéuticos.

Resultados: Se incluyeron un total de 23 pacientes )16 mujeres, edad media 15±4,2 años, rango 9-23). Todos los pacientes habían usado orto-K una media de 2,7±2.8 años (rango 3 meses-10 años) antes del debut de la infección. La clínica incluyó infiltrado corneal (n=14, 60,9%) y perineuritis corneal (n=12, 52,2%). Quince ojos (65,2%) tuvieron cultivo positivo del raspado corneal, siendo el microorganismo aislado más frecuente Pseudomona aeruginosa (n=6), seguido de Staphylococcus coagulasa negativos (n=5) y Acanthamoeba (n=3). Cinco casos de Pseudomona y otros cinco de Acanthamoeba se identificaron de las lentillas o el liquido de conservación. La duración media del cuadro fue de 31.9±34.9 días (rango 6-131 días). Todos los pacientes respondieron al tratamiento médico, sin requerir tratamiento quirúrgico de urgencia. La AVMC mejoró de 20/83 a 20/28 (p<0,001).

Conclusiones: Las queratitis infecciosas asociadas a orto-K siguen siendo un serio problema, sobre todo en áreas con alta prevalencia de miopía. Un diagnóstico clínico y microbiológico precoz junto a un tratamiento intensivo pueden mejorar los resultados visuales finales.

Comentario

El uso de lentillas nocturnas para corregir pequeñas cantidades de miopía, evitando el porte de las mismas durante el día, se ha generalizado en los últimos años. El uso de esta técnica, ortoqueratología, asocia riesgos de hipoxia e infección que no siempre se comunican al paciente en los gabinetes de Óptica donde se prescriben. El artículo analiza los casos ocurridos durante 10 años en un área con alta prevalencia de miopía (61,5% en niños de 12 años).

Es importante conocer las características epidemiológicas de los pacientes afectos, pues puede ser similar a la encontrada en nuestro área. En el estudio se encontraron casos en pacientes de 9 a 23 años, algunos con un uso de orto-K durante poco tiempo (solo tres meses). La mayoría de los pacientes presentaban ojo rojo doloroso con disminución de agudeza visual, y el cuadro clínico característico de infiltrado corneal o perineuritis. El tratamiento pautado a los pacientes fue el estándar, con quinolonas en infiltrados periféricos y de pequeño tamaño y colirios reforzados en formas centrales o de mayor tamaño. Es significativo reseñar que los pacientes eran hospitalizados para recibir el tratamiento tópico durante una media de 15 días (rango 5-31 días). De todos los casos de queratitis infecciosas asociadas al uso de lentes de contacto que se recogieron durante ese periodo de 10 años, el 19% fueron por orto-K, porcentaje que subía al 37,5% en queratitis por Acanthamoeba. En nuestra experiencia también hemos notado un repunte de la incidencia de esta queratitis por uso de orto-K, incluso en forma “epidémica” (tres casos en pocas semanas en pacientes vistos por el mismo optometrista). También es importante reseñar que casi un 40% de los casos en que el cultivo del raspado corneal fue negativo hubo positividad en los cultivos de lentes y su solución. Es importante siempre en las queratitis infecciosas asociadas al uso de LDC remitir a cultivo ambas.

Los autores concluyen (y cito textualmente) “Los resultados de este estudio sirven para reiterar el riesgo potencial de queratitis infecciosa asociado a la orto-K. Es esencial para los optometristas explicar tales riesgos al paciente y a sus padres, y proporcionar controles frecuentes y consejos sobre los signos y síntomas de las queratitis para que los pacientes busquen atención médica pronto”.

Conclusión

El uso de la ortoqueratología puede asociar importantes efectos adversos, como las queratitis infecciosas. El riesgo de sufrir una infección es más de cinco veces mayor que si se emplean LDC diarias, lo que debe ser comunicado al paciente al iniciar su uso.

AUTOR:
PEDRO ARRIOLA-VILLALOBOS.
Hospital Clínico San Carlos. Madrid.

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